lunes, 26 de noviembre de 2007

Y usted?

Yo hago todo mal, y usted?
Yo estoy muy al pedo, y usted?
Yo debería haberme quedado en mi casa, y usted?

Hoy desayuné Ibuprofeno, y usted?
Quiero arrancarme los ovarios y tirarlos por la ventana, usted no, no?

viernes, 23 de noviembre de 2007

Tengo ganas de jugar al truco.
Hoy recibí tres mails, dos venían de afuera y uno era SPAM.
Tenía ganas de ravioles.
No voy a ir a la presentación del libro de alguien que no me responde los mails.
Además hace frío y me vestí de veranito.
En mi porción de ventana está despejado.
Abrimos todas las cortinas para comprobar que era sólo en la mía.
Puse cara de que pensaba mientras miraba un mail de confirmación de lectura.
Tengo una hora para cargar la batería del celular.
Tampoco voy a ir a lo de Elena.
Las palomas llegan todas juntas a eso de las 11 y se paran en el techito de arriba a la derecha.
Cambio de planes tantas veces por día que ya no me acuerdo.
Las Mayco de salvado ya fueron.
¡Rápido!, tengo que pensar en algo rápido.
Va a ser difícil juntar plata, acá en Brasil o donde sea.

Un amigo me llamó buscando al que estaba arriba en su agenda, muy formalmente preguntó por Mauri.
Escribo para matar el tiempo.
Los hombres hablan del descenso de Tigre.
Leo blogs y Marian saca fotocopias, JLB se fue, oscurece.
¿Se acuerdan de lo de Kuhn y las revoluciones científicas?
Maté 17 minutos, ¿aguantaré otros 43? ¿aguantarán?, a un minuto por minuto.
Busqué onanismo en el diccionario.
No, no sabía lo que significaba.

Lo del blog "serio" duró poco.
Todos volvieron a sus puestos, voy a matar el tiempo de otra manera.


Gracias por su atención.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Zoom

Enfrente mío, a unos 4 metros, la ventana. Sexto piso, pulmón de manzana. A espaldas de Corrientes, de frente a Lavalle.

Zoom.

Más allá edificios, uno pintado de amarillo. En el último piso una persiana baja, habitación con aire acondicionado. (Mariana se levanta de su asiento y se interpone durante un segundo). Otra ventana, corrediza, abierta 1/3, con la persiana levantada, digamos 7/8.

Zoom.

Adentro un señor, con un overall azul mueve sus manos con habilidad.

Zoom.

En la mano tiene una herramienta gris oscuro. Una pinza o un alicate.

Zoom.

Un alicate. Se lo ve nervioso, suda, tiembla. (Javi le lleva mate a Mariana, nueva interrupción). El sudor le hace brillar la cara, pero las manos siguen moviéndose como si tuvieran vida propia. Mira hacia abajo, duda, mira hacia adentro y otra vez al objeto entre sus manos.

Zoom.

Entre sus manos una maraña de cables de colores, rojos, verdes, negro, azules, amarillos, blancos, violetas, anaranjados. Las manos ahora también sudan.

Zoom.

A su derecha un reloj digital, mira hacia los costados, cierra los ojos y corta, uno azul con rayitas anaranjadas.

Zoom.


Explosión.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Me dicen Mou

Quisiera escribir algo sobre mí, aunque no me gusta hablar sobre temas que no entiendo.
Quiero hablar de mí, y arrojar un poco de luz sobre tanta maraña de contradicciones.
Soy Maura. Mi nombre significa “de piel morena”. Soy Maura, la de la piel morena.
Nací con el verano de 1981, crecí hasta el metro sesenta y cinco caminando hacia el este.
Estudios cursados: universitario completo. Título obtenido: editora. Pero antes quise ser ingeniera química y siempre quise ser azafata. Y antes todavía, traductora de inglés y escritora.
A los 18 años aprendí a llorar. Me enamoré y desilusioné las veces suficientes como para saber que soy capaz de amar y de sobrevivir. Me han tratado mal, y me han tratado muy bien. No recuerdo nada de mi viaje de egresados.
Por parte de madre mi familia es rubia y bestial. Nos amamos, nos tocamos, nos reímos y nos decimos muchas cosas, todo al mismo tiempo, todos al mismo tiempo. Nuestras voces se superponen y siempre terminan en carcajada. Por parte de padre soy morena e intelectual. Nos queremos, nos confiamos, guardamos distancia. Tengo dos abuelas que acaban de cumplir ochenta y no lo parecen, una decena de primos que son mis primeros amigos y para siempre, un hermano mayor con el que me reencuentro cada vez mejor. Una mamá a media hora y un papá a 8500 km.
No fumo, bebo cada tanto y me drogo muy eventualmente (a pesar de las recomendaciones). Nunca me teñí el pelo. Viajo todo lo que puedo y tan lejos como lo permiten mis ahorros.
Escribo desde los 4, adopté a Flor a los 11, trabajo desde los 17, me analizo por propia voluntad desde los 19, vivo sola desde los 21.
Sé armar una carpa, nadar, coser botones, delinear ojos ajenos y cambiar pañales. Camino y ando en bicicleta. Leo mucho y escribo no tanto. Estoy aprendiendo a cantar. Quiero aprender a hablar francés.
Cuando me duele algo tomo ibuprofeno y si me sigue doliendo, lloro. Cada tanto tengo ataques de soledad y me vuelvo muy torpe. Una vez por mes soy insoportable y odio a todo el mundo empezando por mis ovarios. El resto del tiempo creo que tengo buen humor, o ataco con ironías.
Tengo el pelo castaño, largo y lacio, me lo puedo peinar con los dedos cuando me levanto. Mis mañanas suelen ser animadas, me despierto rápido, no doy muchas vueltas. No puedo estar sin hacer nada o sin hacer muchas cosas a la vez.
Nunca fui al cine sola. Sí al teatro, a recitales, a fiestas en las que no conocía a nadie, hasta de vacaciones, pero nunca al cine.
Fui volantera, vendedora de café, recepcionista, empleada administrativa, promotora, moza, cajera, niñera... ahora trabajo de lo que soy: hago libros.
Conservo amigos de todas las etapas de mi vida. Mi amistad más antigua lleva más de 21 años. Me dicen Mou.
Soy miope, de ojos chiquitos y marrones. Tengo dos cicatrices y un aro en el ombligo. Usé ortodoncia en la escuela primaria.
Vendí una mesa, algunas lámparas, una alacena y el televisor. Compré una pelota gigante para tirarme arriba. Crecí con Mafalda y el Pajarito Remendado, sin embargo la primera lectura “seria” que recuerdo fue Mi planta de naranja lima. La última fue Malinche, no me gustó; hoy empiezo Un mundo feliz.
Descubrí que podría vivir en cualquier ciudad del mundo, siempre y cuando haya alguien que me quiera. Mi curiosidad extrema me llevó a perder varios partidos de truco y mi cara de inocente me ayudó a ganar otros. Nunca miento, excepto cuando juego. Nunca fui infiel.
Soy exhibicionista, me gusta que me miren, aunque muy de cerca me da vergüenza. Hice terapia de grupo, escribí por encargo un libro de astrología, encomendé mi alma a la Pachamama.
Admiro a las personas que se expresan por medio del arte, y siento una especial atracción por músicos, escritores, fotógrafos y cineastas. Soy insegura y soberbia, cuando se juntan ambas prefiero no salir a la calle.

Hoy es 15 de noviembre de 2007.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Impresiones varias II

14/07/2007

Para qué me llamás si no venís. Yo igual vine, sola, nadando vine. Y llegué contenta y mojada, más mojada. Contenta me puse acá. Cuando llegué y no había quién. Y sonreí, como cada vez que no hay quién, para que haya, sonreí. Y hubo, pero no hizo falta. No hacía falta porque sola y mojada y contenta. Yo. Igual podrías haber venido y ni mirarme. Tal vez lo hiciste y no te vi. Puede ser. Entonces sola y mojada, más sola.
Pero mojada y contenta. Igual. Igual ni me ves o te escondes. Es un juego, o no, creo que no, o que no lo entendí, o que no sé si quiero jugar, o no.
O nos escondemos de verdad porque sí. Para ocultarnos, para desorientar a la sombra. Esa, que siempre piedra libre detrás del árbol, de la roca, adentro de tu cabeza. Piedra libre.
----------------------------------------------------------------------------------------------------
Hay un personaje que huele mal. Es de Géminis y eso parece importarle. Yo no soy de Libra, qué contrariedad. Huele a pordiosero, pero está bien vestido y lleva un cuaderno con notas. Se dice poeta, pero huele a días sin agua ni jabón.
No sé si prefiero seguir escribiendo o dibujar. Quisiera cantar, eso quisiera. Cantar para alguien, como ayer. No para el semáforo. No. Para mí, siempre para mí, para adentro. No. Quiero cantar fuerte. Una canción, la que vos quieras. Y no, no soy de Libra ni estoy escribiendo un cuento. Estoy disimulando el mal olor y evitando conversar.
También canto para adentro ninguna canción. Esta, sin música, pero que resuena como recitada. Tuc, ta, tuc, ta, tuc. tuc. ta.
Miro con la nuca la puerta que se abre. No te veo y no me vas a ver. Aun cuando me mires, salvo que quieras verme y ahí no hay vuelta atrás. O sí. Lo más probable es que sí, siempre hay, no somos suicidas ni mártires ni nada. Somos gente. Animales sin instinto ni nada. Solo cultura, miedo y sensatez. Moderación, impuntualidad trágica. Serenidad falsa, hipocresía de la peor. Contra nosotros mismos. Contra mí.
No, no estoy acá por eso. Vine por otra cosa. Por lo de los espejos. Nada más. Para verme de frente en un espejo deforme y hacerme caras espantosas y huir asustada de mi propia imagen desfigurada. Para salvarme en las líneas rectas, en los planos.
Las curvas me marean, me dan ganas de vomitar. Voy a seguir escribiendo hasta que llegues, si es que vas a venir. O hasta que se haga de día o se me acabe el papel o la tinta, o los días previos. Voy a perder todas estas palabras. Porque nacieron así, perdidas. No serviría de nada encontrarlas, están vacías.
Tengo frío. Pero sigo siendo de noche, la misma noche que al principio. Con luz artificial. Y el pelo todavía mojado, enredado, confundido, confuso. Algo sigue oliendo mal.
Vino. Cerveza o vino. Blanco, tinto, ¿con o sin espuma? Vino porque no vas a venir.
----------------------------------------------------------------------------------------------------
Escribo de nervios, escribo de sueño, escribo de aburrida. Escribo pavadas. Para no hablar, para no mirar, para no oler. Para sentir lo que quiero y ninguna otra cosa. Nada más.
Podría tomar algo para disimular, pero no quiero compartir con el geminiano hediondo y poeta engominado.
Tengo frío en los pies y calor en la cabeza. Tal vez debería hacer al revés. Poner todo patas para arriba y permitir que la sangre fluya por fuera y me de calor en los pies. Y me enfríe, me congele la cabeza. Click. Como una foto. Que te roba el alma, dicen. Total ni la uso, prefiero congelarla también, ahora. Ahora. ¡AHORA! Sí. Terminé de morir. Frío, salió en la autopsia. Foto, dicen los testigos. Confusión, el poeta. Soledad dicen los que creen saber todo. Se apaga la luz. Y muero. Por fin. De decisión.
----------------------------------------------------------------------------------------------------
Con la luz apagada llegaste, solo y no me viste.
----------------------------------------------------------------------------------------------------
Nueva York no es un retiro espiritual.
----------------------------------------------------------------------------------------------------
No te voy a preguntar, no porque no me importe, sino porque no me importa.
----------------------------------------------------------------------------------------------------
Ella ya no significa nada. Nada de nada. Pero él todavía no se dio cuenta. Nada de nada.
----------------------------------------------------------------------------------------------------

(Impresiones varias I)

El peor día de mi vida

27/11/2005

Me cuesta pensar en el peor cuando estoy pasando un mal momento. Pero de algo estoy segura: no es hoy.
Lo ubico en el 2001. Hubo varios días horrendos ese año.
Lo ubico en junio, estoy segura de que me estoy equivocando, segurísima.
Un domingo de junio me desperté, muy temprano a la mañana y quise ir al baño. No pude, me desvanecí. Mauro se despertó sobresaltado y me ayudó a bajar las escaleras. Volvimos a la cama.
Pocas horas después lo intenté de nuevo, con el mismo resultado, al que se agregó el teléfono que sonaba y yo no podía caminar. Mauro mintió que estaba en el baño y que la llamaría más tarde.
-tu abuela –informó mientras venía en mi ayuda sin saber demasiado qué hacer.
Con la poca fuerza que tenía le pedí que llamara a un médico, ya que no podía levantarme. Mientras, bajé la escalera sentada.
Vino el médico, quiso distraerme con preguntas estúpidas para asegurarse de que no exageraba cuando aullaba de dolor. Mauro temblaba como una hoja, y mi vientre se estremecía cada vez que el médico aflojaba la presión.
-Podría ser el apéndice. Vayan a la guardia, directo a cirugía.
Nosotros dos solos, 19 años pero completamente infantiles.
Llamó a sus padres, a quién si no, ¿a los míos? Mamá estaba en el Delta y en las promesas de mi papá los minutos debían traducirse en horas. En su “ya voy” podría haberme desangrado.
En nuestra ingenuidad adolescente temíamos que la combinación del maní que habíamos cenado con voracidad y el sexo de parados contra la pared hubiera dañado algún órgano, éramos muy inocentes. Mauro se sentía responsable por mí y culpable de mi dolor.
Sus padres llegaron eficientes, pocos minutos después, como pudieron me ayudaron a agacharme para entrar en su auto y volamos, en mi delirio, al Hospital Francés.
Me resulta muy difícil recordar la secuencia previa a la entrada al consultorio. No recuerdo cómo llegamos, ni quién hizo los trámites para mi ingreso. Ni siquiera la sala de espera. La escena que registra mi mente nos encuentra a Mauro y a mí solos, en un consultorio. Un desfile de médicos había estado palpándome sin decirnos nada, solamente comprobando lo que ya sabíamos: algo andaba mal, pero no sabían decirme qué.
Sonó mi celular, me acuerdo, era Nacho que buscaba a Mauro, cuando le contamos que estábamos en el hospital se sorprendió y preocupó. A mí esa escena me causó gracia, quise reírme, pero sabía que cualquier movimiento me transformaría en una bola dolorida y lagrimeante. Pero al menos había dejado de llorar.
Al rato volvieron los médicos. A apretarme la panza sin dar ninguna explicación. Grité tanto, con toda la energía que todavía tenía, que uno de los doctores le indicó a la enfermera que me diera un calmante, -sublingual –dijo- porque está asustando a los otros pacientes. La enfermera volvió, burlándose de mis amenazas de muerte si volvía a pincharme y me obligó a abrir la boca, colocó unas gotitas debajo de mi lengua y me dio instrucciones de conservarlas en ese lugar durante unos minutos antes de tragarlas. Cuando volvió yo llevaba un rato largo en estado de semiinconsciencia.
Después me enteré de que durante mi letargo, los médicos enviaron a un Mauro encogido y asustado a comprar un test de embarazo. No lo vi, pero igual puedo recordar su cara de nene bañada en lágrimas de amor y miedo.
Recuerdo que me sacaron de ahí en una camilla o una silla de ruedas, no estoy muy segura, y me llevaron por unos pasillos con luz blanca de hospital, angostos y artificiales. Sin temperatura. Mientras mis suegros se abocaban a la tarea de encontrar a mis padres o a alguien que se hiciera responsable de mi.
Fuimos a una sala. Me pusieron un gel helado sobre el estómago mientras un aparatito iba revelando en un monitor el contenido incierto de mis entrañas, yo me contorsionaba para poder mirar, como si pudiera entender algo. –Hay líquido suelto, pero no sabemos qué es, podría ser agua, plasma, o sangre, no queda otra que abrir y mirar.
Pero claro, yo era menor de edad y alguno de mis padres debía autorizar la intervención. No sé a cuál de los dos ubicaron primero, pero toda la vida voy a estar agradecida por haber tenido a mis suegros conteniéndome. Mauro, pobre ángel, era un nudo de terror.
Ya era de noche cuando alguno de los dos finalmente llegó, creo que fue mi mamá. Le dieron una lista con las diez o doce cosas que podían encontrar cuando me abrieran en dos y le prometieron hacer lo posible por salvar mi futuro reproductivo. Me lo contaron y no me resulta difícil imaginar a mi vieja, tantas veces ausente, amenazando a los cirujanos para que no tocaran ni un centímetro de mis ovarios, ni una célula de sus nietos.
Entré en el quirófano semiconsciente, el anestesista me explicó a gatas lo que iban a hacer y cuando apareció con una tabla para crucificarme me burlé de sus métodos para dormirme, le pregunté si pensaba darme con esa tabla por la cabeza. Sonrió, me inyectó alguna cosa y antes de contar hasta tres estaba profundamente dormida.
Cuando desperté era el día siguiente, creo que estaba mi papá, o mi abuela. Estaba desnuda, con la bata del hospital y unas gasas conteniendo mi inoportuna mestruación. Tenía diez puntos de sutura que dividían mi panza verticalmente desde el ombligo hasta el vello púbico y un agujero a la izquierda por donde una sonda absorbía restos de sangre desparramada.
Creo que era de noche, pero no podría afirmarlo.
Me acuerdo que hablé con mi papá. Con su eterna adolescencia me preguntó por qué no lo había llamado.
Fue una larga conversación, llena de verdades, reclamos vomitados y culpas tardías. –No cuento con vos –Sé que le dije, y creo que se quebró y que quiso empezar todo de nuevo, retroceder veinte años y empezar todo de nuevo. No me acuerdo qué decía el listado de posibles males, pero la realidad no había tenido ninguna relación con el maní, ni con el sexo de parados de nuestras fantasías, ni con un embarazo ectópico (única de las opciones que recuerdo). Un quiste, diminuto, había quedado abierto y goteando fuera de su recorrido, en una noche había perdido un tercio de mi sangre que se había desparramado por mi cuerpo, muy por fuera de las venas y arterias. Un litro y medio del líquido vital. Pero eso no era lo importante.

Sangre

21/10/2005

Hay sangre en mi cama. En mi almohada. Restos de una noche que no olvido, pero no consigo recordar. Rastros. pelos, caos.
En mi cuarto hay olor y polvo. En mi sexo, miedo y telarañas.
La cama es grande para mi, enorme para tu sangre. ¿Por qué sangrás? ¿Cuál es tu herida? ¿Cuál tu miedo?No hagas ruido, hay gente, es madrugada pero hay sol. Es raro, todo es raro. Y la sangre en la almohada ¿por qué?

Abran cancha

Como tímida y cobarde pobladora de msn spaces, el paso al mundo blogger está lleno de dudas. Di algunas vueltas pensando qué forma quería darle. Es como cuando pensaba qué forma tendría yo de adulta, es decir, está fuera de mi control.
Decido dar este paso como quien decide independizarse, pero deja su habitación intacta en la casa de los viejos y vuelve de vez en cuando a reencontrarse con sus cosas, sus viejas cosas.
Sé que le estoy dando más importancia de la que tiene, pero así soy de dramática.
Como tanto dramatismo me va a quitar la inspiración por un tiempo, decido traer conmigo los objetos infantiles más queridos, aquellos recuerdos de los que no me quiero desprender.
Entonces, en esta nueva casa habitarán al principio algunos textos originalmente publicados en OoopsMou y algún que otro inédito de la misma época. Luego, y en la medida de mis posibilidades, seguirá creciendo con textos nuevos, a los que considere dignos de esta morada.
Simultáneamente mantendré vivo, a modo de soporte, de cuaderno borrador, el space original. Allí irán a parar reseñas de viajes, textos secundarios, ejercicios, fotos, etcétera.
En la medida en que mis textos crezcan y maduren, encontrarán su espacio aquí.

Bienvenidos a mi niña adulta.