miércoles, 27 de octubre de 2010

La medalla milagrosa

Disculpe, buenas tardes -la señora al actor, en plena actuación- ¿acá puedo comprar una...? el actor la interrumpió y la mandó a hablar conmigo. Vino a mi lado del mostrador: Disculpe, buenas tardes, ¿acá puedo comprar una cadenita con medalla? -Mmmm, no, no vendemos, vendemos libros, pero qué tipo de cadena buscaba (porque algunas cosillas tenemos, de repente). -La medalla milagrosa. -Ahh, no, no es el lugar adecuado. -Ahh, yo pensé... como es una iglesia. -Mmm, no no es una iglesia. -¿No?, ¿es el combado? -No, señora, es el Museo Blanes. -Ahhh, un museo, qué pena, yo quería una cadenita... Esta ciudad no deja de sorprenderme



Aunque en Buenos Aires alguna vez me pasó algo por el estilo. 20 de diciembre de 2004. Desde hacía 3 años cumplir años ese día se había vuelto casi revolucionario. Las calles se llenaban de manifestaciones, cruzar la General Paz podía ser imposible y volver del centro a Caballito implicaba esperar un colectivo por horas, para tomarlos rebalsando, porque los subtes andaban a media máquina en el mejor de los casos. Yo quería festejar mi cumpleaños, así que esa perspectiva del regreso complicaba mi humor considerablemente.

Una señora detrás de mí en la interminable fila me preguntó indignada por qué había tanto lío. Y... -le digo- es 20 de diciembre, se recuerda lo que pasó en 2001, que terminó la renuncia de De la Rúa.

Abre los ojos gigantes y me dice -¡¡¡¿¿¿renunció???!!

Me alegró la tarde, creo.