domingo, 14 de febrero de 2010

Tratando de reaparecer

Está raro esto. Y está bueno.

Hace un tiempo escribí que crecí caminando hacia el este, desde Mendoza hasta Caballito, y en ese momento pensé que si seguía caminando en esa dirección me iba a caer al río. Eso. El río era el límite. Y lo que pasó fue que el río no fue un límite sino una oportunidad y me dio por cruzarlo.

Y aquí estoy, está raro. Hace poco más de un mes que estoy construyendo mi vida en otro lado, del otro lado, que ahora es este lado. El oriente.

Fueron muchos años de vivir sola, muchos años queriendo sobre todas las cosas descubrir qué quería. Una vida tratando de correr los límites, descubriendo qué había más allá de las barreras que yo misma construí. Y ahora me encuentro acá, de este lado que es el otro lado. Construyendo una vida de a dos, conociendo una ciudad nueva, y tratando de reconocerme en ella.

Flor, como siempre, me acompaña también en esta travesía. Ella es mi reflejo, si tengo alguna duda la miro, y ella está en paz, duerme al sol y protesta cuando tengo que encerrarla. Creo que así estoy: durmiendo al sol y tratando de no encerrarme.

Montevideo está tan cerca, y al mismo tiempo todo cambió. Del dos ambientes a la casa, del 5to piso a los tres patios y azotea, de los potus agonizantes a las aromáticas bien cuidadas. De volver siempre sola a no saber dónde tomar un colectivo. De hablar con una Flor, a hablar con la Luna, que a su manera responde. Todo cambió, aunque Montevideo esté tan cerca y Buenos Aires a veces parezca tan lejos.

Y el amor… ahhhh, el amor. Todo fue tan rápido, tenemos tanto que aprender, tantos espacios que ocupar juntos y tantos que respetar por separado. Tanto que entender del otro y de uno mismo. No estoy descubriendo la pólvora, está bien bueno esto. Y es tan distinto a lo otro… que también estaba tan bueno.

La vida por ahora es carnaval, no hay otra cosa que el carnaval. Me da un poco de miedo el más allá de marzo, cuando se espacien las visitas, cuando seamos de verdad solo nosotros dos, aunque no tenga por qué ser así. Cuando de verdad tenga que enfrentarme a la novedad total de la ciudad vacía y las bombitas amarillas se apaguen. Tengo un poco de miedo, por qué negarlo, de no querer sacarme el piyama y de querer cambiar las páginas de tablados por las promociones de Buquebus. Tengo un poco de miedo. Solo un poco.

La casa nueva está cerca del río, eso quiere decir que hay mucho Este de aquel lado, pero creo que fue bastante movimiento para mis nervios. Ahora a mirar el agua, dormir al sol y disfrutar.