domingo, 16 de noviembre de 2008

Déjà vu

Un sexo amargo. Funcional, inmediato, urgente. El vacío posterior. Déjà vu. Ya visto, ya vivido. Sobre esto había empezado a escribir ayer, sin éxito.
La trasnoche, la ducha rápida, la misma ropa, un poco ahumada, del día anterior.
Un cuerpo extraño, dentro de mi cuerpo, extraño. Suena triste, y lo es un poco. Casi tanto como inevitable. Lo dicho: urgente. Películas malas, reflejos deformados, miradas sin complicidad, si profundidad.
Parece una burla, o seré una imbécil ostentando mi propia insuficiencia. Portando con orgullo la bandera de la obviedad. Con orgullo y vergüenza, con orgullo y necesidad. Imbécil.
Tanto en la cabeza y para qué, tanto en el cuerpo, tanto en la boca, en las manos. Nada para dar, nadie que reciba. Sólo sexo amargo y el vacío posterior. Y el déjà vu de no aprender nada, de repetirlo a conciencia. Imbécil.
Sin la capacidad siquiera de arrepentirme o de disimular. A flor de piel, al descubierto casi absurdo, dejándome rozar por la vanidad de los idiotas. Creyéndome invencible y muerta de miedo. Imbécil.
Rebotando como mi propio eco, en la cabeza pum, pum. Rebotando con el cuerpo como una pelota. Simulada, incrédula, ingenua. Imbécil. Levantando la ruina de mis propias palabras, como si no me importara. Como si juntando cada vez los pedazos pudiera armarlo de nuevo. Como si no se notara el pegamento y las grietas envejecidas.
Pidiendo a gritos un salvavidas y recibiendo sonrisas falsas, cómplices farsantes de mi propio sainete. Qué imbécil. Vacía y sola, exhibiendo la miseria, riéndome de ella con los dientes amarillos de una bruja harapienta. Inventando conjuros inútiles, buscando respuestas en ninguna parte.
Ya visto, ya vivido, ya escuchado. Repetido indefinidamente. Desde varios ángulos, a diferentes velocidades, con diferentes niveles de crueldad, de terror, de sinceridad, de negación.
Sólo quiero que sepas una cosa. Nada es cierto, nada de nada. Ninguna de tus palabras, ni de tus gestos. Los anteriores ni los de ahora. Ni los míos, seguramente. Nada debería ser cierto. Este olor a quemado, a noche vieja. Agrio. Todo es un gran malentendido que nadie se atreve a explicar, eso es. Puro miedo, lo de siempre. O aceptar la derrota, que es casi tan doloroso. Ni siquiera estas palabras son ciertas. No son más que un manojo de sensaciones victimizadas para potenciar el déjà vu, que al fin y al cabo no se trata de otra cosa. Sólo una cosa quiero y me está vedada por el mero hecho de desearla. Deseo dejar de desear. Imbécil.
Y como una burla del destino, esto sucede el día de hoy.


8 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo siento mucho. Lo siento ciento x ciento.

Mou dijo...

un comentario anónimo en esto es absolutamente complicado... quién lo siente? por qué lo siente?

Diego M dijo...

Es la segunda vez que lo leo y soy malo para los comentarios, pero no podía no dejar algo:
Mierda que duele el texto, la pucha.
Ni se te ocurra seguir deseando dejar de desear.
Beso!

Anónimo dijo...

Mou, guau! movilizador el texto... bueno mucho sobre lo q hablamos el otro día, asi q sabes lo que pienso. Igual coincido con el muchacho que está arriba, NO DEJES DE DESEAR!! Beso, El Chapa.

Anónimo dijo...

Lo que sea tendrias que dedicarte seriamente a la literatura,

Anónimo dijo...

Nostalgias de un final que asoma. Vivencias.
Me niego a tu deseo, a dejar de desear. Y aunque me lo prohiban, te prohibo tu deseo.
La vida está hecha de momentos. Ya vendrá otro Deja vu que desearás volver a sentir.
T.

gabrich dijo...

Somos gigantes, ciegos y sin tacto, caminando en un mundo de vidrio. Buscando, encontrando y siguiendo sin percibir lo que nos corta el alma en dos...

Lucas Berruezo dijo...

¡Hola Mou!

Estoy sorprendido. No verte por años y, de pronto, leer algo así de tu puño y letra me deja profundamente conmovido. No puedo hacer una lectura biográfica del texto, pero de todas maneras siento que no lo necesita. Se trata de un escrito bello, amargo, descarnadamente verdadero (si se puede decir esto de un escrito). A veces parece que nada es cierto (o, como bien afirmas, que nada debería serlo), sólo esa sensación de miedo y vacuidad, ese déjà vu que se repite de todos los ángulos posibles sin siquiera enseñar nada...

«Todo es un gran malentendido que nadie se atreve a explicar», pero, de algún modo, vos sí lo intentas con lo que escribís (las palabras apenas sirven para algo más que explicar), aunque llegar a una definición sea improbable, tal vez imposible, y lo único que se consiga sea potenciar el déjà vu, ese maldito déjà vu que con cada aparición se vuelve un poco más amargo.

No dejes de desear, Mou. En todo caso, cambiá, si es eso posible, el destino de tus deseos. No concibo una vida sin deseo (y no me importa lo que digan los budistas). No obstante, veo que tres meses después afirmas que estás contenta. ¡Me alegro! Ojalá el déjà vu haya cesado.

Saludos.