-Esto es absurdo- me contestaste cuando te señalé que me estabas besando en plena calle, mientras deseabas que nadie se enterara.
Era, efectivamente, absurdo, todos nos habían visto salir huyendo como si fuéramos criminales. Y vos insistías en mantener discreción.
Ya clareaba y eso te angustiaba, decías que eras una especie de vampiro y con esa excusa me invitaste a seguir bailando en otra parte. Me mentiste que eran cuatro cuadras, me di cuenta cuando me empezaron a doler las piernas de tanto correr.
-Ya que estamos en el baile, bailemos- dije, sabiendo que ya no había música, pero igual nos movíamos al ritmo de las voces y las botellas vacías y los secretos a medias. Vos y tu música para momentos, imbécil, ¿eso querías saber? Vos y tu música.
Caminamos mucho, ya era de día, había salido el sol y me debías por lo menos unos mates. En lugar de eso, seguimos bailando, un rato más, hasta quedarnos dormidos, abrazados a pesar de las advertencias. Como osos.
Al tercer despertador que estrellamos contra la pared llegó la hora de levantarnos. Vos allá, yo allá también. Y sonidos en el patio, en las escaleras, salidas apresuradas y nada más. Ah, sí, y los mates que me debías y la música para momentos. No quería irme, pero estaba llena de ronchas y vos de dudas. Me tuve que ir. Hacía calor y me sobraban camperas de la noche anterior. Fui regando de sudor las avenidas y ahora yo puse las canciones. Y bailé alegre y embriagada una nochebuena sin alcohol. Mareada de dar vueltas. Y vueltas en el aire…
La calle estaba desierta a pesar del mediodía, claro, era navidad. Aquí y allá botellas rotas y corazones vacíos. Resaca de nochebuena cantada a media voz, ante la mirada del guarda, con cara de pocos amigos.
Quise escribir, pero me venció el sueño, esta vez sin osos, con cáscaras de sangre en la cara y en las piernas. Como escamas por todos lados. Convirtiéndome en un pez venenoso. Nadé un rato más, otro despertador, ya es hora, vamos, es navidad y el parque cierra sus rejas los feriados. No es justo despertarse en una jaula y buscar la puerta por la que otros entran, para salir. Pero sí debe haber sido justo empezar la navidad con Arlt y terminarla con Cortázar antes de la última siesta. Quién puede hablar de algo tan absurdo como la justicia en estos casos de soliloquios e hidras de mil cabezas.
Cierto que nos gusta lo grotesco y la forma de mi culo te seduce, aunque sea por un rato, en que dejo de ser una musa o un ángel, tan poético siempre, vos. La música de este momento podría haber sido un tango, Malena, o Se dice de mí, o Los Mareados. No conozco tantos tampoco. Y me parece que estamos llenando el aire de palabras porque nos aterra el silencio, que suena como un signo de pregunta que se estrella contra tu –nuestra- inseguridad. Sí, mejor me voy y escucho tu música por radio.
martes, 25 de diciembre de 2007
Impresiones varias III
Nos metimos de puntas de pie en un mundo gelatinoso. Lleno de preguntas que nadie hace, pero igual, por las dudas, te rehusás a responder. Entonces no hay preguntas ni respuestas ni mañana. Solo un hoy resbaladizo y hermoso. Un hoy que dura hasta que me voy o nos vamos, cada uno a su rumbo y su ritmo, después del mate. O ella vuelva y todo vuelva y mi rumbo sea hacia afuera, más o menos lejos, más o menos como antes, como siempre. Enredados, enchastrados, sonreídos, escondidos, absurdos, osados y qué me importa, ¿no?, qué me importa.
Qué te importa, me pregunto qué es lo que te importa. Pero claro, no hay respuestas y está bien así, nada importa en realidad. No quiero respuestas, no las creería. Nada importa, más que esta mañana y tal vez alguna otra. Antes o después de qué. Ya soy una persona, por fin, una mujer, una chica, una cualquiera, una especial. Una, por fin, alguna. Con el pelo mojado como aquella otra vez, pero esta vez de a dos y de verdad. Aunque sea una verdad limitada e imprecisa, como todas las verdades, al fin de cuentas.
Estoy contenta, eso es lo importante, y me pica todo.
Feliz Navidad.
Qué te importa, me pregunto qué es lo que te importa. Pero claro, no hay respuestas y está bien así, nada importa en realidad. No quiero respuestas, no las creería. Nada importa, más que esta mañana y tal vez alguna otra. Antes o después de qué. Ya soy una persona, por fin, una mujer, una chica, una cualquiera, una especial. Una, por fin, alguna. Con el pelo mojado como aquella otra vez, pero esta vez de a dos y de verdad. Aunque sea una verdad limitada e imprecisa, como todas las verdades, al fin de cuentas.
Estoy contenta, eso es lo importante, y me pica todo.
Feliz Navidad.
jueves, 20 de diciembre de 2007
Nacer en diciembre..
... no es en realidad un problema. El conflicto está en cumplir años, o en querer festejarlo.
Normalmente, el fin de semana posterior es largo y todo el mundo se va. Los que se quedan, incluyéndome, reparten su tiempo entre cientos de brindis y cenas de fin de año.
Ya bastante se come para estas fechas...
Cuando era chica sabía que estaba siempre al filo de las vacaciones y a veces ya muchos se habían ido. Para los 15 de blanco, pero cortito y en casa... a puro choripan. Las fiestas que haríamos hoy en Haedo...
Desde hace 6 años, cumplir en este día tiene otra connotación que fue variando con el correr de los años. Hace 6 años nadie vino a verme, todos tenían miedo y con razón. La calle estaba vacía, había estado de sitio (aunque nadie realmente se tragó ese sapo), mi mamá se olvidó de mi por estar escuchando la radio, todavía retumbaban cacerolas y yo estaba muy, pero muy enojada.
Hace 5 también fue un quilombo, muchos de mis amigos viven en el oeste allende la General Paz, los accesos estaban cortados, pero ese día recibí la llave de mi primer refugio limpito y pintado y fui feliz a pesar de todo.
4 años atrás, si no me acuerdo mal, la cosa estaba más tranquila, fuimos en manada al delta, debe haber caído domingo, no, sábado, pero fuimos el domingo. SS3 hizo una torta, nadie lo sabe pero el merengue quemadito lo hizo sopleteando un desodorante, nadie se intoxicó, pero a mí me dio un poco de asco y creo que no comí.
En el 2004 vinieron papá y Sandi, hicimos gran cena en Floresta y me acuerdo que volvió la furia. En mi casa no había gas, tardé cerca de dos horas en volver del trabajo, Marianita casi me incendia el departamento con un calentador eléctrico de $2, me bañé en lo de Carolina y después fuimos todos a comer y brindar y ya me puse contenta de nuevo. Había bombitas de colores y a la noche se puso fresco y todos le robamos abrigo a Marcela.
El 2005 vio nacer las reuniones en mi casa. Hacía poco había cumplido un año de mudanza y descubrí que podía juntar mis dispares amistades y la mezcla era positiva, salvo excepcionales coincidencias que no pasaron a mayores. Me compré un vestidito verde que por supuesto ya no me entra y disfruté de la compañía.
Para los 25, hace tan solo un año, Gran Fiesta Gran, con cuatro días de adelanto y la tormenta del siglo nos reunimos los primos para un gran agasajo. Esperábamos unas 100 personas, habría música en vivo y baile en el jardín de Floresta. Bebidas, frutillas, música y vecinos enojados. Pero lo dicho: la tormenta del siglo. Terminó siendo una fiesta íntima y algo descontrolada (que no se diga), de los 100 vinieron 20 y tardamos algunos días en reconstruir los fragmentos.
Y ahora... y ahora... se me hunde la canoa. Y ahora no sé, llegué medio derrapando pero contenta. Hay doble joda en casa, familiar y rejunte de amistades... si vale la pena en algunos años les cuento. Mientras tanto. ¡Feliz cumpleaños!
Normalmente, el fin de semana posterior es largo y todo el mundo se va. Los que se quedan, incluyéndome, reparten su tiempo entre cientos de brindis y cenas de fin de año.
Ya bastante se come para estas fechas...
Cuando era chica sabía que estaba siempre al filo de las vacaciones y a veces ya muchos se habían ido. Para los 15 de blanco, pero cortito y en casa... a puro choripan. Las fiestas que haríamos hoy en Haedo...
Desde hace 6 años, cumplir en este día tiene otra connotación que fue variando con el correr de los años. Hace 6 años nadie vino a verme, todos tenían miedo y con razón. La calle estaba vacía, había estado de sitio (aunque nadie realmente se tragó ese sapo), mi mamá se olvidó de mi por estar escuchando la radio, todavía retumbaban cacerolas y yo estaba muy, pero muy enojada.
Hace 5 también fue un quilombo, muchos de mis amigos viven en el oeste allende la General Paz, los accesos estaban cortados, pero ese día recibí la llave de mi primer refugio limpito y pintado y fui feliz a pesar de todo.
4 años atrás, si no me acuerdo mal, la cosa estaba más tranquila, fuimos en manada al delta, debe haber caído domingo, no, sábado, pero fuimos el domingo. SS3 hizo una torta, nadie lo sabe pero el merengue quemadito lo hizo sopleteando un desodorante, nadie se intoxicó, pero a mí me dio un poco de asco y creo que no comí.
En el 2004 vinieron papá y Sandi, hicimos gran cena en Floresta y me acuerdo que volvió la furia. En mi casa no había gas, tardé cerca de dos horas en volver del trabajo, Marianita casi me incendia el departamento con un calentador eléctrico de $2, me bañé en lo de Carolina y después fuimos todos a comer y brindar y ya me puse contenta de nuevo. Había bombitas de colores y a la noche se puso fresco y todos le robamos abrigo a Marcela.
El 2005 vio nacer las reuniones en mi casa. Hacía poco había cumplido un año de mudanza y descubrí que podía juntar mis dispares amistades y la mezcla era positiva, salvo excepcionales coincidencias que no pasaron a mayores. Me compré un vestidito verde que por supuesto ya no me entra y disfruté de la compañía.
Para los 25, hace tan solo un año, Gran Fiesta Gran, con cuatro días de adelanto y la tormenta del siglo nos reunimos los primos para un gran agasajo. Esperábamos unas 100 personas, habría música en vivo y baile en el jardín de Floresta. Bebidas, frutillas, música y vecinos enojados. Pero lo dicho: la tormenta del siglo. Terminó siendo una fiesta íntima y algo descontrolada (que no se diga), de los 100 vinieron 20 y tardamos algunos días en reconstruir los fragmentos.
Y ahora... y ahora... se me hunde la canoa. Y ahora no sé, llegué medio derrapando pero contenta. Hay doble joda en casa, familiar y rejunte de amistades... si vale la pena en algunos años les cuento. Mientras tanto. ¡Feliz cumpleaños!
*estoy indispuesta y es mi cumpleaños, así que si quiero postear porquerías lo hago por partida doble.
viernes, 14 de diciembre de 2007
Memotest I
Sentía que Venus estaba jugando conmigo un juego cuyas reglas no lograba descifrar. Una especie de memotest con moraleja. De una u otra manera trataba de decirme algo, a través de mi pasado, sobre el futuro. Si la memoria no me falla, faltan todavía dos encuentros, dos caras, dos apariciones. Luego juntar cara con nombre y volver mentalmente a ese momento, a esos lugares.
Tal vez sería interesante y revelador unir cara, nombre y pasado con el momento del encuentro en el presente.
El primero fue DS5 (sepan disculpar que los llame por iniciales y números, tengo la sensación de que no son un dato menor y la combinatoria, incluso de fechas, me llevará al mensaje que busco) DOS5, para ser más precisa (ahí hay algo, ya hay algo); el lugar: mi casa, el mismo en que todo empezó y en el que terminó lo que quedaba.
El segundo, MV1, lugar: bastante lejos de donde empezó y del durante. Creo que nunca habíamos estado juntos en ese lugar. Esta vez a él lo acompañaba una morocha, nosotros éramos varios.
Después fue PR4 (PSARG4), el lugar y la circunstancia de nuevo coincidían con el comienzo, aunque no con el final.
El siguiente, LMP2, luego de un simpático juego de anticipaciones lo vi en el 15 e intercambiamos algunas frases a lo largo de 2 cuadras, hasta que yo me bajé. Nada para resaltar excepto que había sido mencionado la noche anterior.
Finalmente ayer, SS-2. Caminaba abrazado a una chica, nos miramos a los ojos, no sé si me reconoció, supongo que sí. Corrientes y Perón. Todo había empezado en el Sur y terminó poco después a pasitos de la estación Liniers.
Entre el primer encuentro y el último pasaron 43 días, entre -2 y 5 unos 10 años. Los que faltan: ER-1 y SS3.
El próximo paso será eliminar los negativos y usar ordinales positivos. ¿Alguna pista de por dónde seguir? Se me ocurre juntar las iniciales en ese orden, tachar las repetidas, asignar significados a los números...¡¡Ayuda!!
Tal vez sería interesante y revelador unir cara, nombre y pasado con el momento del encuentro en el presente.
El primero fue DS5 (sepan disculpar que los llame por iniciales y números, tengo la sensación de que no son un dato menor y la combinatoria, incluso de fechas, me llevará al mensaje que busco) DOS5, para ser más precisa (ahí hay algo, ya hay algo); el lugar: mi casa, el mismo en que todo empezó y en el que terminó lo que quedaba.
El segundo, MV1, lugar: bastante lejos de donde empezó y del durante. Creo que nunca habíamos estado juntos en ese lugar. Esta vez a él lo acompañaba una morocha, nosotros éramos varios.
Después fue PR4 (PSARG4), el lugar y la circunstancia de nuevo coincidían con el comienzo, aunque no con el final.
El siguiente, LMP2, luego de un simpático juego de anticipaciones lo vi en el 15 e intercambiamos algunas frases a lo largo de 2 cuadras, hasta que yo me bajé. Nada para resaltar excepto que había sido mencionado la noche anterior.
Finalmente ayer, SS-2. Caminaba abrazado a una chica, nos miramos a los ojos, no sé si me reconoció, supongo que sí. Corrientes y Perón. Todo había empezado en el Sur y terminó poco después a pasitos de la estación Liniers.
Entre el primer encuentro y el último pasaron 43 días, entre -2 y 5 unos 10 años. Los que faltan: ER-1 y SS3.
El próximo paso será eliminar los negativos y usar ordinales positivos. ¿Alguna pista de por dónde seguir? Se me ocurre juntar las iniciales en ese orden, tachar las repetidas, asignar significados a los números...¡¡Ayuda!!
jueves, 13 de diciembre de 2007
Balance al tun tun
Este año hubo Bahía, hubo Madrid, hubo París, hubo New York. Hubo parto y 28 días.
Hubo que poner el cuerpo, hubo que cuidar el alma. Abrir la garganta y dejar salir un grito desafinado.
Este año cometí cientos de errores, aprendí de la mayoría de ellos, para no cometerlos más, o al menos para cometerlos con decisión. Pero estoy tranquila, todavía quedan muchas piedras con las que tropezar.
Este año me sinceré conmigo, me hice amiga de la soledad, o al menos de la soltería, me expuse y me impuse con violencia. Fluí.
Me había ocupado oportunamente de poner los astros a mi favor, y así fue... algunos problemitas con Venus, nada serio: más amantes que amores.
Puedo decir con orgullo que esta vez no lo hice mierda promediando julio, apenas una bola de nieve y avalancha para fines de marzo. Y aplauso, medalla y beso en la puerta de Puan.
Robé besos, los pedí prestados, di muchos con amor y otros sin convicción. Aprendí a tragar el vino y el humo. Celebré Rosh Hashaná.
Me reencontré con mi niña curiosa y mi adolescente apasionada. Les di a ambas lugar en mi vida, hicieron un buen descontrol, sano y necesario.
Cierro el año entregada a la incertidumbre, peleada con la jodida que me habita y me juzga impiadosa, la que pone en voces ajenas lo que no se anima a decir en voz alta. Peleada con la histeria y con la indiferencia. Enojada, indignada, temerosa, a la defensiva. Termino el año muy diferente a como lo empecé, se escondió ese aura luminosa que me arrastraba a comerme el mundo. Termino el año devorada y confundida, pero sabiendo que todo pasa. Sin duda, todo pasa y sin duda, tarde o temprano, vuelvo a prender la luz.
Hubo que poner el cuerpo, hubo que cuidar el alma. Abrir la garganta y dejar salir un grito desafinado.
Este año cometí cientos de errores, aprendí de la mayoría de ellos, para no cometerlos más, o al menos para cometerlos con decisión. Pero estoy tranquila, todavía quedan muchas piedras con las que tropezar.
Este año me sinceré conmigo, me hice amiga de la soledad, o al menos de la soltería, me expuse y me impuse con violencia. Fluí.
Me había ocupado oportunamente de poner los astros a mi favor, y así fue... algunos problemitas con Venus, nada serio: más amantes que amores.
Puedo decir con orgullo que esta vez no lo hice mierda promediando julio, apenas una bola de nieve y avalancha para fines de marzo. Y aplauso, medalla y beso en la puerta de Puan.
Robé besos, los pedí prestados, di muchos con amor y otros sin convicción. Aprendí a tragar el vino y el humo. Celebré Rosh Hashaná.
Me reencontré con mi niña curiosa y mi adolescente apasionada. Les di a ambas lugar en mi vida, hicieron un buen descontrol, sano y necesario.
Cierro el año entregada a la incertidumbre, peleada con la jodida que me habita y me juzga impiadosa, la que pone en voces ajenas lo que no se anima a decir en voz alta. Peleada con la histeria y con la indiferencia. Enojada, indignada, temerosa, a la defensiva. Termino el año muy diferente a como lo empecé, se escondió ese aura luminosa que me arrastraba a comerme el mundo. Termino el año devorada y confundida, pero sabiendo que todo pasa. Sin duda, todo pasa y sin duda, tarde o temprano, vuelvo a prender la luz.
domingo, 9 de diciembre de 2007
Por ejemplo a París
Mi lógica no entra en tu mundo. Posiblemente mi lógica no entre en el mundo de nadie. Ni siquiera en el mío. Posiblemente no exista tal cosa y no sea más que una montaña de prejuicios que construimos como construimos la certeza de que hay una lógica y un mundo. Esa lógica y ese mundo que construimos para asegurar nuestra asepsia.
Sólo aquél cuya pieza encastre perfectamente en la nuestra podrá ver y mostrar un mundo y una lógica completos y de formas armoniosas. No tengo mundo y mi lógica es cambiante, más bien amorfa. Por eso no entra, es una pieza flexible y gelatinosa que se deforma sin amoldarse y rebalsando por todos lados. Por eso mi lógica no entra en tu mundo.
Ni yo.
Quiero irme lejos otra vez.
Esto fue antes de los besos.
Y después sigo queriendo irme lejos, nada cambió realmente.
Sólo aquél cuya pieza encastre perfectamente en la nuestra podrá ver y mostrar un mundo y una lógica completos y de formas armoniosas. No tengo mundo y mi lógica es cambiante, más bien amorfa. Por eso no entra, es una pieza flexible y gelatinosa que se deforma sin amoldarse y rebalsando por todos lados. Por eso mi lógica no entra en tu mundo.
Ni yo.
Quiero irme lejos otra vez.
Esto fue antes de los besos.
Y después sigo queriendo irme lejos, nada cambió realmente.
jueves, 6 de diciembre de 2007
Una de Arjona
Conozco los dedos de tus pies, pegados hasta los nudillos. Las venas de tu empeine, que se arremolinan en el tobillo. Las marcas en tus piernas, la almendra en tu rodilla derecha. Los muslos anfitriones y asfixiantes. Tu larga ve corta. La doble curva de tu cadera. La cicatriz que te divide, desde el pubis hasta el ombligo, para cerrar en un moño metálico, brillante. El pocito que se forma entre el abdomen y la montaña de costillas. Tus tetas bizcas, del tamaño de una mano, una más pequeña que la otra. Tu amplio esternón. Los brazos alargados y las manos quebradizas, las diez uñas menos una y el lunar de la palma izquierda. Los pliegues de tu cuello, tus orejas chiquitas, pegadas al cráneo, los ojos cansados, la nariz armoniosa, la boca mordida y en llamas. Tu cara ovalada, y hasta las flores de tu pelo.
Pero sigo sin entender qué carajo tenés en la cabeza.
Pero sigo sin entender qué carajo tenés en la cabeza.
miércoles, 5 de diciembre de 2007
Tres tristes tigres
I’m baby blue.
Cuando me salga over the rainbow voy a ser violeta marmolada de nuevo.
Me cago en la cacofonía.
Tengo tristeza de mp3.
Y también tengo tristeza del mundo número tres.
Con un girasol de cena, me voy a dormir sin postre.
Por vez número un millón trescientos cuarenta y ocho mil setecientos doce. Y no será la última.
Para bailar la bamba se necesita una poca de gracia.
He dicho.
Cuando me salga over the rainbow voy a ser violeta marmolada de nuevo.
Me cago en la cacofonía.
Tengo tristeza de mp3.
Y también tengo tristeza del mundo número tres.
Con un girasol de cena, me voy a dormir sin postre.
Por vez número un millón trescientos cuarenta y ocho mil setecientos doce. Y no será la última.
Para bailar la bamba se necesita una poca de gracia.
He dicho.
Contacto visual
Volver caminando y hacer contacto visual con todas las barbas desprolijas. De fondo, en los tímpanos, una música sensual. Enamorarme de los que no bajan la mirada y formular una pregunta, siempre la misma, que no hay tiempo de contestar porque detrás viene otra barba desprolija. Demasiados adolescentes, eso no está bien. En seguida ser infiel con un vestido de modal color verde musgo en la vidriera. Contacto visual.
...mil cosas, mensajes....
Igual preferiría patear conejos para calentarme los pies y que aceptaras mi invitación a un mundo más simple, aunque tu lógica sea complicada. En mi mundo simple desatamos nudos y está prohibida la lógica. Y no me corto más las puntas, quiero flores en el pelo.
...con tus ojos de bambi....
Otra barba. La vanidad es una mala dieta para amar. Sostener la mirada ¿es vanidad? ¿Por eso tantas barbas?
...mil cosas, mensajes....
Igual preferiría patear conejos para calentarme los pies y que aceptaras mi invitación a un mundo más simple, aunque tu lógica sea complicada. En mi mundo simple desatamos nudos y está prohibida la lógica. Y no me corto más las puntas, quiero flores en el pelo.
...con tus ojos de bambi....
Otra barba. La vanidad es una mala dieta para amar. Sostener la mirada ¿es vanidad? ¿Por eso tantas barbas?
lunes, 26 de noviembre de 2007
Y usted?
Yo hago todo mal, y usted?
Yo estoy muy al pedo, y usted?
Yo debería haberme quedado en mi casa, y usted?
Hoy desayuné Ibuprofeno, y usted?
Quiero arrancarme los ovarios y tirarlos por la ventana, usted no, no?
Yo estoy muy al pedo, y usted?
Yo debería haberme quedado en mi casa, y usted?
Hoy desayuné Ibuprofeno, y usted?
Quiero arrancarme los ovarios y tirarlos por la ventana, usted no, no?
viernes, 23 de noviembre de 2007
Tengo ganas de jugar al truco.
Hoy recibí tres mails, dos venían de afuera y uno era SPAM.
Tenía ganas de ravioles.
No voy a ir a la presentación del libro de alguien que no me responde los mails.
Además hace frío y me vestí de veranito.
En mi porción de ventana está despejado.
Abrimos todas las cortinas para comprobar que era sólo en la mía.
Puse cara de que pensaba mientras miraba un mail de confirmación de lectura.
Tengo una hora para cargar la batería del celular.
Tampoco voy a ir a lo de Elena.
Las palomas llegan todas juntas a eso de las 11 y se paran en el techito de arriba a la derecha.
Cambio de planes tantas veces por día que ya no me acuerdo.
Las Mayco de salvado ya fueron.
¡Rápido!, tengo que pensar en algo rápido.
Va a ser difícil juntar plata, acá en Brasil o donde sea.
Un amigo me llamó buscando al que estaba arriba en su agenda, muy formalmente preguntó por Mauri.
Escribo para matar el tiempo.
Los hombres hablan del descenso de Tigre.
Leo blogs y Marian saca fotocopias, JLB se fue, oscurece.
¿Se acuerdan de lo de Kuhn y las revoluciones científicas?
Maté 17 minutos, ¿aguantaré otros 43? ¿aguantarán?, a un minuto por minuto.
Busqué onanismo en el diccionario.
No, no sabía lo que significaba.
Lo del blog "serio" duró poco.
Todos volvieron a sus puestos, voy a matar el tiempo de otra manera.
Gracias por su atención.
Hoy recibí tres mails, dos venían de afuera y uno era SPAM.
Tenía ganas de ravioles.
No voy a ir a la presentación del libro de alguien que no me responde los mails.
Además hace frío y me vestí de veranito.
En mi porción de ventana está despejado.
Abrimos todas las cortinas para comprobar que era sólo en la mía.
Puse cara de que pensaba mientras miraba un mail de confirmación de lectura.
Tengo una hora para cargar la batería del celular.
Tampoco voy a ir a lo de Elena.
Las palomas llegan todas juntas a eso de las 11 y se paran en el techito de arriba a la derecha.
Cambio de planes tantas veces por día que ya no me acuerdo.
Las Mayco de salvado ya fueron.
¡Rápido!, tengo que pensar en algo rápido.
Va a ser difícil juntar plata, acá en Brasil o donde sea.
Un amigo me llamó buscando al que estaba arriba en su agenda, muy formalmente preguntó por Mauri.
Escribo para matar el tiempo.
Los hombres hablan del descenso de Tigre.
Leo blogs y Marian saca fotocopias, JLB se fue, oscurece.
¿Se acuerdan de lo de Kuhn y las revoluciones científicas?
Maté 17 minutos, ¿aguantaré otros 43? ¿aguantarán?, a un minuto por minuto.
Busqué onanismo en el diccionario.
No, no sabía lo que significaba.
Lo del blog "serio" duró poco.
Todos volvieron a sus puestos, voy a matar el tiempo de otra manera.
Gracias por su atención.
miércoles, 21 de noviembre de 2007
Zoom
Enfrente mío, a unos 4 metros, la ventana. Sexto piso, pulmón de manzana. A espaldas de Corrientes, de frente a Lavalle.
Zoom.
Más allá edificios, uno pintado de amarillo. En el último piso una persiana baja, habitación con aire acondicionado. (Mariana se levanta de su asiento y se interpone durante un segundo). Otra ventana, corrediza, abierta 1/3, con la persiana levantada, digamos 7/8.
Zoom.
Adentro un señor, con un overall azul mueve sus manos con habilidad.
Zoom.
En la mano tiene una herramienta gris oscuro. Una pinza o un alicate.
Zoom.
Un alicate. Se lo ve nervioso, suda, tiembla. (Javi le lleva mate a Mariana, nueva interrupción). El sudor le hace brillar la cara, pero las manos siguen moviéndose como si tuvieran vida propia. Mira hacia abajo, duda, mira hacia adentro y otra vez al objeto entre sus manos.
Zoom.
Entre sus manos una maraña de cables de colores, rojos, verdes, negro, azules, amarillos, blancos, violetas, anaranjados. Las manos ahora también sudan.
Zoom.
A su derecha un reloj digital, mira hacia los costados, cierra los ojos y corta, uno azul con rayitas anaranjadas.
Zoom.
Explosión.
Zoom.
Más allá edificios, uno pintado de amarillo. En el último piso una persiana baja, habitación con aire acondicionado. (Mariana se levanta de su asiento y se interpone durante un segundo). Otra ventana, corrediza, abierta 1/3, con la persiana levantada, digamos 7/8.
Zoom.
Adentro un señor, con un overall azul mueve sus manos con habilidad.
Zoom.
En la mano tiene una herramienta gris oscuro. Una pinza o un alicate.
Zoom.
Un alicate. Se lo ve nervioso, suda, tiembla. (Javi le lleva mate a Mariana, nueva interrupción). El sudor le hace brillar la cara, pero las manos siguen moviéndose como si tuvieran vida propia. Mira hacia abajo, duda, mira hacia adentro y otra vez al objeto entre sus manos.
Zoom.
Entre sus manos una maraña de cables de colores, rojos, verdes, negro, azules, amarillos, blancos, violetas, anaranjados. Las manos ahora también sudan.
Zoom.
A su derecha un reloj digital, mira hacia los costados, cierra los ojos y corta, uno azul con rayitas anaranjadas.
Zoom.
Explosión.
jueves, 15 de noviembre de 2007
Me dicen Mou
Quisiera escribir algo sobre mí, aunque no me gusta hablar sobre temas que no entiendo.
Quiero hablar de mí, y arrojar un poco de luz sobre tanta maraña de contradicciones.
Soy Maura. Mi nombre significa “de piel morena”. Soy Maura, la de la piel morena.
Nací con el verano de 1981, crecí hasta el metro sesenta y cinco caminando hacia el este.
Estudios cursados: universitario completo. Título obtenido: editora. Pero antes quise ser ingeniera química y siempre quise ser azafata. Y antes todavía, traductora de inglés y escritora.
A los 18 años aprendí a llorar. Me enamoré y desilusioné las veces suficientes como para saber que soy capaz de amar y de sobrevivir. Me han tratado mal, y me han tratado muy bien. No recuerdo nada de mi viaje de egresados.
Por parte de madre mi familia es rubia y bestial. Nos amamos, nos tocamos, nos reímos y nos decimos muchas cosas, todo al mismo tiempo, todos al mismo tiempo. Nuestras voces se superponen y siempre terminan en carcajada. Por parte de padre soy morena e intelectual. Nos queremos, nos confiamos, guardamos distancia. Tengo dos abuelas que acaban de cumplir ochenta y no lo parecen, una decena de primos que son mis primeros amigos y para siempre, un hermano mayor con el que me reencuentro cada vez mejor. Una mamá a media hora y un papá a 8500 km.
No fumo, bebo cada tanto y me drogo muy eventualmente (a pesar de las recomendaciones). Nunca me teñí el pelo. Viajo todo lo que puedo y tan lejos como lo permiten mis ahorros.
Escribo desde los 4, adopté a Flor a los 11, trabajo desde los 17, me analizo por propia voluntad desde los 19, vivo sola desde los 21.
Sé armar una carpa, nadar, coser botones, delinear ojos ajenos y cambiar pañales. Camino y ando en bicicleta. Leo mucho y escribo no tanto. Estoy aprendiendo a cantar. Quiero aprender a hablar francés.
Quiero hablar de mí, y arrojar un poco de luz sobre tanta maraña de contradicciones.
Soy Maura. Mi nombre significa “de piel morena”. Soy Maura, la de la piel morena.
Nací con el verano de 1981, crecí hasta el metro sesenta y cinco caminando hacia el este.
Estudios cursados: universitario completo. Título obtenido: editora. Pero antes quise ser ingeniera química y siempre quise ser azafata. Y antes todavía, traductora de inglés y escritora.
A los 18 años aprendí a llorar. Me enamoré y desilusioné las veces suficientes como para saber que soy capaz de amar y de sobrevivir. Me han tratado mal, y me han tratado muy bien. No recuerdo nada de mi viaje de egresados.
Por parte de madre mi familia es rubia y bestial. Nos amamos, nos tocamos, nos reímos y nos decimos muchas cosas, todo al mismo tiempo, todos al mismo tiempo. Nuestras voces se superponen y siempre terminan en carcajada. Por parte de padre soy morena e intelectual. Nos queremos, nos confiamos, guardamos distancia. Tengo dos abuelas que acaban de cumplir ochenta y no lo parecen, una decena de primos que son mis primeros amigos y para siempre, un hermano mayor con el que me reencuentro cada vez mejor. Una mamá a media hora y un papá a 8500 km.
No fumo, bebo cada tanto y me drogo muy eventualmente (a pesar de las recomendaciones). Nunca me teñí el pelo. Viajo todo lo que puedo y tan lejos como lo permiten mis ahorros.
Escribo desde los 4, adopté a Flor a los 11, trabajo desde los 17, me analizo por propia voluntad desde los 19, vivo sola desde los 21.
Sé armar una carpa, nadar, coser botones, delinear ojos ajenos y cambiar pañales. Camino y ando en bicicleta. Leo mucho y escribo no tanto. Estoy aprendiendo a cantar. Quiero aprender a hablar francés.
Cuando me duele algo tomo ibuprofeno y si me sigue doliendo, lloro. Cada tanto tengo ataques de soledad y me vuelvo muy torpe. Una vez por mes soy insoportable y odio a todo el mundo empezando por mis ovarios. El resto del tiempo creo que tengo buen humor, o ataco con ironías.
Tengo el pelo castaño, largo y lacio, me lo puedo peinar con los dedos cuando me levanto. Mis mañanas suelen ser animadas, me despierto rápido, no doy muchas vueltas. No puedo estar sin hacer nada o sin hacer muchas cosas a la vez.
Nunca fui al cine sola. Sí al teatro, a recitales, a fiestas en las que no conocía a nadie, hasta de vacaciones, pero nunca al cine.
Fui volantera, vendedora de café, recepcionista, empleada administrativa, promotora, moza, cajera, niñera... ahora trabajo de lo que soy: hago libros.
Conservo amigos de todas las etapas de mi vida. Mi amistad más antigua lleva más de 21 años. Me dicen Mou.
Soy miope, de ojos chiquitos y marrones. Tengo dos cicatrices y un aro en el ombligo. Usé ortodoncia en la escuela primaria.
Vendí una mesa, algunas lámparas, una alacena y el televisor. Compré una pelota gigante para tirarme arriba. Crecí con Mafalda y el Pajarito Remendado, sin embargo la primera lectura “seria” que recuerdo fue Mi planta de naranja lima. La última fue Malinche, no me gustó; hoy empiezo Un mundo feliz.
Descubrí que podría vivir en cualquier ciudad del mundo, siempre y cuando haya alguien que me quiera. Mi curiosidad extrema me llevó a perder varios partidos de truco y mi cara de inocente me ayudó a ganar otros. Nunca miento, excepto cuando juego. Nunca fui infiel.
Soy exhibicionista, me gusta que me miren, aunque muy de cerca me da vergüenza. Hice terapia de grupo, escribí por encargo un libro de astrología, encomendé mi alma a la Pachamama.
Admiro a las personas que se expresan por medio del arte, y siento una especial atracción por músicos, escritores, fotógrafos y cineastas. Soy insegura y soberbia, cuando se juntan ambas prefiero no salir a la calle.
Hoy es 15 de noviembre de 2007.
Tengo el pelo castaño, largo y lacio, me lo puedo peinar con los dedos cuando me levanto. Mis mañanas suelen ser animadas, me despierto rápido, no doy muchas vueltas. No puedo estar sin hacer nada o sin hacer muchas cosas a la vez.
Nunca fui al cine sola. Sí al teatro, a recitales, a fiestas en las que no conocía a nadie, hasta de vacaciones, pero nunca al cine.
Fui volantera, vendedora de café, recepcionista, empleada administrativa, promotora, moza, cajera, niñera... ahora trabajo de lo que soy: hago libros.
Conservo amigos de todas las etapas de mi vida. Mi amistad más antigua lleva más de 21 años. Me dicen Mou.
Soy miope, de ojos chiquitos y marrones. Tengo dos cicatrices y un aro en el ombligo. Usé ortodoncia en la escuela primaria.
Vendí una mesa, algunas lámparas, una alacena y el televisor. Compré una pelota gigante para tirarme arriba. Crecí con Mafalda y el Pajarito Remendado, sin embargo la primera lectura “seria” que recuerdo fue Mi planta de naranja lima. La última fue Malinche, no me gustó; hoy empiezo Un mundo feliz.
Descubrí que podría vivir en cualquier ciudad del mundo, siempre y cuando haya alguien que me quiera. Mi curiosidad extrema me llevó a perder varios partidos de truco y mi cara de inocente me ayudó a ganar otros. Nunca miento, excepto cuando juego. Nunca fui infiel.
Soy exhibicionista, me gusta que me miren, aunque muy de cerca me da vergüenza. Hice terapia de grupo, escribí por encargo un libro de astrología, encomendé mi alma a la Pachamama.
Admiro a las personas que se expresan por medio del arte, y siento una especial atracción por músicos, escritores, fotógrafos y cineastas. Soy insegura y soberbia, cuando se juntan ambas prefiero no salir a la calle.
Hoy es 15 de noviembre de 2007.
miércoles, 14 de noviembre de 2007
Impresiones varias II
14/07/2007
Para qué me llamás si no venís. Yo igual vine, sola, nadando vine. Y llegué contenta y mojada, más mojada. Contenta me puse acá. Cuando llegué y no había quién. Y sonreí, como cada vez que no hay quién, para que haya, sonreí. Y hubo, pero no hizo falta. No hacía falta porque sola y mojada y contenta. Yo. Igual podrías haber venido y ni mirarme. Tal vez lo hiciste y no te vi. Puede ser. Entonces sola y mojada, más sola.
Pero mojada y contenta. Igual. Igual ni me ves o te escondes. Es un juego, o no, creo que no, o que no lo entendí, o que no sé si quiero jugar, o no.
O nos escondemos de verdad porque sí. Para ocultarnos, para desorientar a la sombra. Esa, que siempre piedra libre detrás del árbol, de la roca, adentro de tu cabeza. Piedra libre.
----------------------------------------------------------------------------------------------------
Hay un personaje que huele mal. Es de Géminis y eso parece importarle. Yo no soy de Libra, qué contrariedad. Huele a pordiosero, pero está bien vestido y lleva un cuaderno con notas. Se dice poeta, pero huele a días sin agua ni jabón.
No sé si prefiero seguir escribiendo o dibujar. Quisiera cantar, eso quisiera. Cantar para alguien, como ayer. No para el semáforo. No. Para mí, siempre para mí, para adentro. No. Quiero cantar fuerte. Una canción, la que vos quieras. Y no, no soy de Libra ni estoy escribiendo un cuento. Estoy disimulando el mal olor y evitando conversar.
También canto para adentro ninguna canción. Esta, sin música, pero que resuena como recitada. Tuc, ta, tuc, ta, tuc. tuc. ta.
Miro con la nuca la puerta que se abre. No te veo y no me vas a ver. Aun cuando me mires, salvo que quieras verme y ahí no hay vuelta atrás. O sí. Lo más probable es que sí, siempre hay, no somos suicidas ni mártires ni nada. Somos gente. Animales sin instinto ni nada. Solo cultura, miedo y sensatez. Moderación, impuntualidad trágica. Serenidad falsa, hipocresía de la peor. Contra nosotros mismos. Contra mí.
No, no estoy acá por eso. Vine por otra cosa. Por lo de los espejos. Nada más. Para verme de frente en un espejo deforme y hacerme caras espantosas y huir asustada de mi propia imagen desfigurada. Para salvarme en las líneas rectas, en los planos.
Las curvas me marean, me dan ganas de vomitar. Voy a seguir escribiendo hasta que llegues, si es que vas a venir. O hasta que se haga de día o se me acabe el papel o la tinta, o los días previos. Voy a perder todas estas palabras. Porque nacieron así, perdidas. No serviría de nada encontrarlas, están vacías.
Tengo frío. Pero sigo siendo de noche, la misma noche que al principio. Con luz artificial. Y el pelo todavía mojado, enredado, confundido, confuso. Algo sigue oliendo mal.
Vino. Cerveza o vino. Blanco, tinto, ¿con o sin espuma? Vino porque no vas a venir.
----------------------------------------------------------------------------------------------------
Escribo de nervios, escribo de sueño, escribo de aburrida. Escribo pavadas. Para no hablar, para no mirar, para no oler. Para sentir lo que quiero y ninguna otra cosa. Nada más.
Podría tomar algo para disimular, pero no quiero compartir con el geminiano hediondo y poeta engominado.
Tengo frío en los pies y calor en la cabeza. Tal vez debería hacer al revés. Poner todo patas para arriba y permitir que la sangre fluya por fuera y me de calor en los pies. Y me enfríe, me congele la cabeza. Click. Como una foto. Que te roba el alma, dicen. Total ni la uso, prefiero congelarla también, ahora. Ahora. ¡AHORA! Sí. Terminé de morir. Frío, salió en la autopsia. Foto, dicen los testigos. Confusión, el poeta. Soledad dicen los que creen saber todo. Se apaga la luz. Y muero. Por fin. De decisión.
----------------------------------------------------------------------------------------------------
Con la luz apagada llegaste, solo y no me viste.
----------------------------------------------------------------------------------------------------
Nueva York no es un retiro espiritual.
----------------------------------------------------------------------------------------------------
No te voy a preguntar, no porque no me importe, sino porque no me importa.
----------------------------------------------------------------------------------------------------
Ella ya no significa nada. Nada de nada. Pero él todavía no se dio cuenta. Nada de nada.
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(Impresiones varias I)
Para qué me llamás si no venís. Yo igual vine, sola, nadando vine. Y llegué contenta y mojada, más mojada. Contenta me puse acá. Cuando llegué y no había quién. Y sonreí, como cada vez que no hay quién, para que haya, sonreí. Y hubo, pero no hizo falta. No hacía falta porque sola y mojada y contenta. Yo. Igual podrías haber venido y ni mirarme. Tal vez lo hiciste y no te vi. Puede ser. Entonces sola y mojada, más sola.
Pero mojada y contenta. Igual. Igual ni me ves o te escondes. Es un juego, o no, creo que no, o que no lo entendí, o que no sé si quiero jugar, o no.
O nos escondemos de verdad porque sí. Para ocultarnos, para desorientar a la sombra. Esa, que siempre piedra libre detrás del árbol, de la roca, adentro de tu cabeza. Piedra libre.
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Hay un personaje que huele mal. Es de Géminis y eso parece importarle. Yo no soy de Libra, qué contrariedad. Huele a pordiosero, pero está bien vestido y lleva un cuaderno con notas. Se dice poeta, pero huele a días sin agua ni jabón.
No sé si prefiero seguir escribiendo o dibujar. Quisiera cantar, eso quisiera. Cantar para alguien, como ayer. No para el semáforo. No. Para mí, siempre para mí, para adentro. No. Quiero cantar fuerte. Una canción, la que vos quieras. Y no, no soy de Libra ni estoy escribiendo un cuento. Estoy disimulando el mal olor y evitando conversar.
También canto para adentro ninguna canción. Esta, sin música, pero que resuena como recitada. Tuc, ta, tuc, ta, tuc. tuc. ta.
Miro con la nuca la puerta que se abre. No te veo y no me vas a ver. Aun cuando me mires, salvo que quieras verme y ahí no hay vuelta atrás. O sí. Lo más probable es que sí, siempre hay, no somos suicidas ni mártires ni nada. Somos gente. Animales sin instinto ni nada. Solo cultura, miedo y sensatez. Moderación, impuntualidad trágica. Serenidad falsa, hipocresía de la peor. Contra nosotros mismos. Contra mí.
No, no estoy acá por eso. Vine por otra cosa. Por lo de los espejos. Nada más. Para verme de frente en un espejo deforme y hacerme caras espantosas y huir asustada de mi propia imagen desfigurada. Para salvarme en las líneas rectas, en los planos.
Las curvas me marean, me dan ganas de vomitar. Voy a seguir escribiendo hasta que llegues, si es que vas a venir. O hasta que se haga de día o se me acabe el papel o la tinta, o los días previos. Voy a perder todas estas palabras. Porque nacieron así, perdidas. No serviría de nada encontrarlas, están vacías.
Tengo frío. Pero sigo siendo de noche, la misma noche que al principio. Con luz artificial. Y el pelo todavía mojado, enredado, confundido, confuso. Algo sigue oliendo mal.
Vino. Cerveza o vino. Blanco, tinto, ¿con o sin espuma? Vino porque no vas a venir.
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Escribo de nervios, escribo de sueño, escribo de aburrida. Escribo pavadas. Para no hablar, para no mirar, para no oler. Para sentir lo que quiero y ninguna otra cosa. Nada más.
Podría tomar algo para disimular, pero no quiero compartir con el geminiano hediondo y poeta engominado.
Tengo frío en los pies y calor en la cabeza. Tal vez debería hacer al revés. Poner todo patas para arriba y permitir que la sangre fluya por fuera y me de calor en los pies. Y me enfríe, me congele la cabeza. Click. Como una foto. Que te roba el alma, dicen. Total ni la uso, prefiero congelarla también, ahora. Ahora. ¡AHORA! Sí. Terminé de morir. Frío, salió en la autopsia. Foto, dicen los testigos. Confusión, el poeta. Soledad dicen los que creen saber todo. Se apaga la luz. Y muero. Por fin. De decisión.
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Con la luz apagada llegaste, solo y no me viste.
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Nueva York no es un retiro espiritual.
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No te voy a preguntar, no porque no me importe, sino porque no me importa.
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Ella ya no significa nada. Nada de nada. Pero él todavía no se dio cuenta. Nada de nada.
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(Impresiones varias I)
El peor día de mi vida
27/11/2005
Me cuesta pensar en el peor cuando estoy pasando un mal momento. Pero de algo estoy segura: no es hoy.
Lo ubico en el 2001. Hubo varios días horrendos ese año.
Lo ubico en junio, estoy segura de que me estoy equivocando, segurísima.
Un domingo de junio me desperté, muy temprano a la mañana y quise ir al baño. No pude, me desvanecí. Mauro se despertó sobresaltado y me ayudó a bajar las escaleras. Volvimos a la cama.
Pocas horas después lo intenté de nuevo, con el mismo resultado, al que se agregó el teléfono que sonaba y yo no podía caminar. Mauro mintió que estaba en el baño y que la llamaría más tarde.
-tu abuela –informó mientras venía en mi ayuda sin saber demasiado qué hacer.
Con la poca fuerza que tenía le pedí que llamara a un médico, ya que no podía levantarme. Mientras, bajé la escalera sentada.
Vino el médico, quiso distraerme con preguntas estúpidas para asegurarse de que no exageraba cuando aullaba de dolor. Mauro temblaba como una hoja, y mi vientre se estremecía cada vez que el médico aflojaba la presión.
-Podría ser el apéndice. Vayan a la guardia, directo a cirugía.
Nosotros dos solos, 19 años pero completamente infantiles.
Llamó a sus padres, a quién si no, ¿a los míos? Mamá estaba en el Delta y en las promesas de mi papá los minutos debían traducirse en horas. En su “ya voy” podría haberme desangrado.
En nuestra ingenuidad adolescente temíamos que la combinación del maní que habíamos cenado con voracidad y el sexo de parados contra la pared hubiera dañado algún órgano, éramos muy inocentes. Mauro se sentía responsable por mí y culpable de mi dolor.
Sus padres llegaron eficientes, pocos minutos después, como pudieron me ayudaron a agacharme para entrar en su auto y volamos, en mi delirio, al Hospital Francés.
Me resulta muy difícil recordar la secuencia previa a la entrada al consultorio. No recuerdo cómo llegamos, ni quién hizo los trámites para mi ingreso. Ni siquiera la sala de espera. La escena que registra mi mente nos encuentra a Mauro y a mí solos, en un consultorio. Un desfile de médicos había estado palpándome sin decirnos nada, solamente comprobando lo que ya sabíamos: algo andaba mal, pero no sabían decirme qué.
Sonó mi celular, me acuerdo, era Nacho que buscaba a Mauro, cuando le contamos que estábamos en el hospital se sorprendió y preocupó. A mí esa escena me causó gracia, quise reírme, pero sabía que cualquier movimiento me transformaría en una bola dolorida y lagrimeante. Pero al menos había dejado de llorar.
Al rato volvieron los médicos. A apretarme la panza sin dar ninguna explicación. Grité tanto, con toda la energía que todavía tenía, que uno de los doctores le indicó a la enfermera que me diera un calmante, -sublingual –dijo- porque está asustando a los otros pacientes. La enfermera volvió, burlándose de mis amenazas de muerte si volvía a pincharme y me obligó a abrir la boca, colocó unas gotitas debajo de mi lengua y me dio instrucciones de conservarlas en ese lugar durante unos minutos antes de tragarlas. Cuando volvió yo llevaba un rato largo en estado de semiinconsciencia.
Después me enteré de que durante mi letargo, los médicos enviaron a un Mauro encogido y asustado a comprar un test de embarazo. No lo vi, pero igual puedo recordar su cara de nene bañada en lágrimas de amor y miedo.
Recuerdo que me sacaron de ahí en una camilla o una silla de ruedas, no estoy muy segura, y me llevaron por unos pasillos con luz blanca de hospital, angostos y artificiales. Sin temperatura. Mientras mis suegros se abocaban a la tarea de encontrar a mis padres o a alguien que se hiciera responsable de mi.
Fuimos a una sala. Me pusieron un gel helado sobre el estómago mientras un aparatito iba revelando en un monitor el contenido incierto de mis entrañas, yo me contorsionaba para poder mirar, como si pudiera entender algo. –Hay líquido suelto, pero no sabemos qué es, podría ser agua, plasma, o sangre, no queda otra que abrir y mirar.
Pero claro, yo era menor de edad y alguno de mis padres debía autorizar la intervención. No sé a cuál de los dos ubicaron primero, pero toda la vida voy a estar agradecida por haber tenido a mis suegros conteniéndome. Mauro, pobre ángel, era un nudo de terror.
Ya era de noche cuando alguno de los dos finalmente llegó, creo que fue mi mamá. Le dieron una lista con las diez o doce cosas que podían encontrar cuando me abrieran en dos y le prometieron hacer lo posible por salvar mi futuro reproductivo. Me lo contaron y no me resulta difícil imaginar a mi vieja, tantas veces ausente, amenazando a los cirujanos para que no tocaran ni un centímetro de mis ovarios, ni una célula de sus nietos.
Entré en el quirófano semiconsciente, el anestesista me explicó a gatas lo que iban a hacer y cuando apareció con una tabla para crucificarme me burlé de sus métodos para dormirme, le pregunté si pensaba darme con esa tabla por la cabeza. Sonrió, me inyectó alguna cosa y antes de contar hasta tres estaba profundamente dormida.
Cuando desperté era el día siguiente, creo que estaba mi papá, o mi abuela. Estaba desnuda, con la bata del hospital y unas gasas conteniendo mi inoportuna mestruación. Tenía diez puntos de sutura que dividían mi panza verticalmente desde el ombligo hasta el vello púbico y un agujero a la izquierda por donde una sonda absorbía restos de sangre desparramada.
Creo que era de noche, pero no podría afirmarlo.
Me acuerdo que hablé con mi papá. Con su eterna adolescencia me preguntó por qué no lo había llamado.
Fue una larga conversación, llena de verdades, reclamos vomitados y culpas tardías. –No cuento con vos –Sé que le dije, y creo que se quebró y que quiso empezar todo de nuevo, retroceder veinte años y empezar todo de nuevo. No me acuerdo qué decía el listado de posibles males, pero la realidad no había tenido ninguna relación con el maní, ni con el sexo de parados de nuestras fantasías, ni con un embarazo ectópico (única de las opciones que recuerdo). Un quiste, diminuto, había quedado abierto y goteando fuera de su recorrido, en una noche había perdido un tercio de mi sangre que se había desparramado por mi cuerpo, muy por fuera de las venas y arterias. Un litro y medio del líquido vital. Pero eso no era lo importante.
Me cuesta pensar en el peor cuando estoy pasando un mal momento. Pero de algo estoy segura: no es hoy.
Lo ubico en el 2001. Hubo varios días horrendos ese año.
Lo ubico en junio, estoy segura de que me estoy equivocando, segurísima.
Un domingo de junio me desperté, muy temprano a la mañana y quise ir al baño. No pude, me desvanecí. Mauro se despertó sobresaltado y me ayudó a bajar las escaleras. Volvimos a la cama.
Pocas horas después lo intenté de nuevo, con el mismo resultado, al que se agregó el teléfono que sonaba y yo no podía caminar. Mauro mintió que estaba en el baño y que la llamaría más tarde.
-tu abuela –informó mientras venía en mi ayuda sin saber demasiado qué hacer.
Con la poca fuerza que tenía le pedí que llamara a un médico, ya que no podía levantarme. Mientras, bajé la escalera sentada.
Vino el médico, quiso distraerme con preguntas estúpidas para asegurarse de que no exageraba cuando aullaba de dolor. Mauro temblaba como una hoja, y mi vientre se estremecía cada vez que el médico aflojaba la presión.
-Podría ser el apéndice. Vayan a la guardia, directo a cirugía.
Nosotros dos solos, 19 años pero completamente infantiles.
Llamó a sus padres, a quién si no, ¿a los míos? Mamá estaba en el Delta y en las promesas de mi papá los minutos debían traducirse en horas. En su “ya voy” podría haberme desangrado.
En nuestra ingenuidad adolescente temíamos que la combinación del maní que habíamos cenado con voracidad y el sexo de parados contra la pared hubiera dañado algún órgano, éramos muy inocentes. Mauro se sentía responsable por mí y culpable de mi dolor.
Sus padres llegaron eficientes, pocos minutos después, como pudieron me ayudaron a agacharme para entrar en su auto y volamos, en mi delirio, al Hospital Francés.
Me resulta muy difícil recordar la secuencia previa a la entrada al consultorio. No recuerdo cómo llegamos, ni quién hizo los trámites para mi ingreso. Ni siquiera la sala de espera. La escena que registra mi mente nos encuentra a Mauro y a mí solos, en un consultorio. Un desfile de médicos había estado palpándome sin decirnos nada, solamente comprobando lo que ya sabíamos: algo andaba mal, pero no sabían decirme qué.
Sonó mi celular, me acuerdo, era Nacho que buscaba a Mauro, cuando le contamos que estábamos en el hospital se sorprendió y preocupó. A mí esa escena me causó gracia, quise reírme, pero sabía que cualquier movimiento me transformaría en una bola dolorida y lagrimeante. Pero al menos había dejado de llorar.
Al rato volvieron los médicos. A apretarme la panza sin dar ninguna explicación. Grité tanto, con toda la energía que todavía tenía, que uno de los doctores le indicó a la enfermera que me diera un calmante, -sublingual –dijo- porque está asustando a los otros pacientes. La enfermera volvió, burlándose de mis amenazas de muerte si volvía a pincharme y me obligó a abrir la boca, colocó unas gotitas debajo de mi lengua y me dio instrucciones de conservarlas en ese lugar durante unos minutos antes de tragarlas. Cuando volvió yo llevaba un rato largo en estado de semiinconsciencia.
Después me enteré de que durante mi letargo, los médicos enviaron a un Mauro encogido y asustado a comprar un test de embarazo. No lo vi, pero igual puedo recordar su cara de nene bañada en lágrimas de amor y miedo.
Recuerdo que me sacaron de ahí en una camilla o una silla de ruedas, no estoy muy segura, y me llevaron por unos pasillos con luz blanca de hospital, angostos y artificiales. Sin temperatura. Mientras mis suegros se abocaban a la tarea de encontrar a mis padres o a alguien que se hiciera responsable de mi.
Fuimos a una sala. Me pusieron un gel helado sobre el estómago mientras un aparatito iba revelando en un monitor el contenido incierto de mis entrañas, yo me contorsionaba para poder mirar, como si pudiera entender algo. –Hay líquido suelto, pero no sabemos qué es, podría ser agua, plasma, o sangre, no queda otra que abrir y mirar.
Pero claro, yo era menor de edad y alguno de mis padres debía autorizar la intervención. No sé a cuál de los dos ubicaron primero, pero toda la vida voy a estar agradecida por haber tenido a mis suegros conteniéndome. Mauro, pobre ángel, era un nudo de terror.
Ya era de noche cuando alguno de los dos finalmente llegó, creo que fue mi mamá. Le dieron una lista con las diez o doce cosas que podían encontrar cuando me abrieran en dos y le prometieron hacer lo posible por salvar mi futuro reproductivo. Me lo contaron y no me resulta difícil imaginar a mi vieja, tantas veces ausente, amenazando a los cirujanos para que no tocaran ni un centímetro de mis ovarios, ni una célula de sus nietos.
Entré en el quirófano semiconsciente, el anestesista me explicó a gatas lo que iban a hacer y cuando apareció con una tabla para crucificarme me burlé de sus métodos para dormirme, le pregunté si pensaba darme con esa tabla por la cabeza. Sonrió, me inyectó alguna cosa y antes de contar hasta tres estaba profundamente dormida.
Cuando desperté era el día siguiente, creo que estaba mi papá, o mi abuela. Estaba desnuda, con la bata del hospital y unas gasas conteniendo mi inoportuna mestruación. Tenía diez puntos de sutura que dividían mi panza verticalmente desde el ombligo hasta el vello púbico y un agujero a la izquierda por donde una sonda absorbía restos de sangre desparramada.
Creo que era de noche, pero no podría afirmarlo.
Me acuerdo que hablé con mi papá. Con su eterna adolescencia me preguntó por qué no lo había llamado.
Fue una larga conversación, llena de verdades, reclamos vomitados y culpas tardías. –No cuento con vos –Sé que le dije, y creo que se quebró y que quiso empezar todo de nuevo, retroceder veinte años y empezar todo de nuevo. No me acuerdo qué decía el listado de posibles males, pero la realidad no había tenido ninguna relación con el maní, ni con el sexo de parados de nuestras fantasías, ni con un embarazo ectópico (única de las opciones que recuerdo). Un quiste, diminuto, había quedado abierto y goteando fuera de su recorrido, en una noche había perdido un tercio de mi sangre que se había desparramado por mi cuerpo, muy por fuera de las venas y arterias. Un litro y medio del líquido vital. Pero eso no era lo importante.
Sangre
21/10/2005
Hay sangre en mi cama. En mi almohada. Restos de una noche que no olvido, pero no consigo recordar. Rastros. pelos, caos.
En mi cuarto hay olor y polvo. En mi sexo, miedo y telarañas.
La cama es grande para mi, enorme para tu sangre. ¿Por qué sangrás? ¿Cuál es tu herida? ¿Cuál tu miedo?No hagas ruido, hay gente, es madrugada pero hay sol. Es raro, todo es raro. Y la sangre en la almohada ¿por qué?
Hay sangre en mi cama. En mi almohada. Restos de una noche que no olvido, pero no consigo recordar. Rastros. pelos, caos.
En mi cuarto hay olor y polvo. En mi sexo, miedo y telarañas.
La cama es grande para mi, enorme para tu sangre. ¿Por qué sangrás? ¿Cuál es tu herida? ¿Cuál tu miedo?No hagas ruido, hay gente, es madrugada pero hay sol. Es raro, todo es raro. Y la sangre en la almohada ¿por qué?
Abran cancha
Como tímida y cobarde pobladora de msn spaces, el paso al mundo blogger está lleno de dudas. Di algunas vueltas pensando qué forma quería darle. Es como cuando pensaba qué forma tendría yo de adulta, es decir, está fuera de mi control.
Decido dar este paso como quien decide independizarse, pero deja su habitación intacta en la casa de los viejos y vuelve de vez en cuando a reencontrarse con sus cosas, sus viejas cosas.
Sé que le estoy dando más importancia de la que tiene, pero así soy de dramática.
Como tanto dramatismo me va a quitar la inspiración por un tiempo, decido traer conmigo los objetos infantiles más queridos, aquellos recuerdos de los que no me quiero desprender.
Entonces, en esta nueva casa habitarán al principio algunos textos originalmente publicados en OoopsMou y algún que otro inédito de la misma época. Luego, y en la medida de mis posibilidades, seguirá creciendo con textos nuevos, a los que considere dignos de esta morada.
Simultáneamente mantendré vivo, a modo de soporte, de cuaderno borrador, el space original. Allí irán a parar reseñas de viajes, textos secundarios, ejercicios, fotos, etcétera.
En la medida en que mis textos crezcan y maduren, encontrarán su espacio aquí.
Bienvenidos a mi niña adulta.
Decido dar este paso como quien decide independizarse, pero deja su habitación intacta en la casa de los viejos y vuelve de vez en cuando a reencontrarse con sus cosas, sus viejas cosas.
Sé que le estoy dando más importancia de la que tiene, pero así soy de dramática.
Como tanto dramatismo me va a quitar la inspiración por un tiempo, decido traer conmigo los objetos infantiles más queridos, aquellos recuerdos de los que no me quiero desprender.
Entonces, en esta nueva casa habitarán al principio algunos textos originalmente publicados en OoopsMou y algún que otro inédito de la misma época. Luego, y en la medida de mis posibilidades, seguirá creciendo con textos nuevos, a los que considere dignos de esta morada.
Simultáneamente mantendré vivo, a modo de soporte, de cuaderno borrador, el space original. Allí irán a parar reseñas de viajes, textos secundarios, ejercicios, fotos, etcétera.
En la medida en que mis textos crezcan y maduren, encontrarán su espacio aquí.
Bienvenidos a mi niña adulta.
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